¿QUÉ ES LIBERACIÓN INTERIOR?

La liberación interior es el resultado natural de la puesta en función del discernimiento a través de la auto-indagación, discernimiento que es inteligencia, sensibilidad natural y original, y que nos permite saber-sentir cuando algo es verdadero y sano en nosotros y cuando no lo es, sino que es adquirido, ajeno a nuestro ser, y por tanto, como toda auto-imposición, genera conflicto interior, tensión, limitando la plena expresión del ser.


Esto es lo que nosotros sentimos como carencia, falta de completitud, de poder ser un todo, de poder ser plenamente lo que somos. Así condicionados, con nuestras auto-asumidas ideas limitantes, comenzamos a vivir a disgusto con como “somos” y con nuestro entorno, el cual se convierte en el campo de batalla en el cual tenemos que esforzarnos para lograr “llegar a ser”.

Es el fin del ser-siendo-en-comunión-con-y-en-la-vida.
Y es el comienzo del dolor psicológico, de la lucha por devenir, de la negación del ser y el nacimiento del largo reinado del sufrimiento y la carencia.

El temor y el deseo, la ira y la duda, la ansiedad, la tristeza, la angustia y toda forma de dolor emocional pasan a ser nuestra “normal” condición de existir.

Todo este dolor emocional es auto-infringido y no es otra cosa que el resultado de asumir por hechos ciertos lo que son tan sólo pensamientos o creencias no indagadas, condiciones mentales que nosotros mismos nos imponemos, limitaciones a nuestra naturaleza real ilimitada, a nuestro ser real, nuestra conciencia ilimitada, serena y jubilosa de ser.


La sensibilidad original es aquella que aflora nítidamente al permitirnos sentir sin un referencial creado por el pensamiento, el conocimiento, la experiencia, la memoria, el pasado, el prejuicio, el dogma ni ninguna forma de autoritarismo interior.

Esta sensibilidad natural de nuestro sentir es nuestro salvoconducto a la claridad, a una vida de integridad y a una mente sana, inocente, libre de toda confusión y conflicto.

Esta sensibilidad original, natural, viva, es de instante en instante, nuestra verdadera identidad.


Afortunadamente, lo que no nos es propio, lo que no es valedero para nosotros por no ser verdad en nosotros, lo que nos imponemos como si fuese verdad para nuestro ser pero que no lo es, eso siempre nos genera y nos generará incomodidad, tensión interior, disgusto, insatisfacción, desencanto, pesar, dolor, hastío, aislamiento y un profundo sentido de futilidad, de sufrimiento y confusión, de conflicto y sin-sentido.

Estas son las alarmas de la inteligencia, distintas formas de malestar emocional que nos llaman a investigar, a indagar en nosotros para poder discernir qué es aquello que no siendo verdad en nuestro ser, lo hemos asumido como válido, falseándonos, traicionándonos, haciéndonos mal-estar en nuestra propia vida, extranjerizándonos en nuestra propia tierra, exiliándonos de nuestro propio corazón y sentido de ser.

Ver eso como un error es lo que nos libera del errar.

Ver lo falso como tal nos libera de asumirlo como algo verdadero nuestro.

Sentir sin disimulo ni distorsión alguna, sin etiquetarlo como bueno o malo o nada, sin el más mínimo movimiento del pensamiento, sentir con total claridad el sufrimiento, el malestar que un pensamiento limitante con el cual nos habíamos identificado nos causa es-en-si la liberación , es el fin de la identificación con dicho pensamiento o condición limitante generadora de sufrimiento.

Ver con absoluta claridad (sin asumir que tal o cual cosa es buena o verdadera para uno) el malestar que una creencia nos causa, no sólo termina con nuestra asociación interna o identificación con ello sino con el deseo o la voluntad de acercarnos a ello o tomarlo por cierto o bueno para nosotros.


Así nos encontramos “nuevamente” en casa, en nuestro verdadero ser, nuestra integralidad natural.

Nuestra integridad es nuestro único “pasaje” a lo real, al “regreso” a nuestra naturalidad sin límites, a nuestro ser original, libre de toda limitación y condicionamiento, más allá de toda descripción, de todo el devenir y la temporalidad.



Richard Mesones.

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