La autoindagación y "El Trabajo" de Byron Katie.

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Lo que es, es


Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos. Si quieres que la realidad sea diferente de lo que es, podrías intentar enseñarle a ladrar a un gato y obtendrías el mismo resultado. Puedes intentarlo una y otra vez, y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau».

Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es un deseo imposible de satisfacer.

Y aun así, si prestas atención advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Debería enseñarse a los niños a comportarse bien», «Mis vecinos deberían cuidar mejor su césped», «La cola del supermercado debería avanzar más deprisa», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)».

Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto.

Toda la tensión que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.

Personas aún no familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: «Pero si renunciase a mi discusión con la realidad perdería parte de mi poder. Si simplemente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar». Yo les contesto con una pregunta: «¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?». «Ojalá no hubiese perdido mi trabajo» o «He perdido mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?»: ¿Qué es lo que te da más poder?

El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento del mundo puede cambiarlo.

Eso no quiere decir que lo toleres ni que lo apruebes.

Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior.

Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.

Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque, cuando discuto con la realidad, sufro.

Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque, cuando discutimos con ella, sentimos tensión y frustración. No nos sentimos normales ni equilibrados.

Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
Ocúpate de tus propios asuntos

Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad».

La realidad es Dios, porque gobierna. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».) Buena parte de nuestras tensiones proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros asuntos.

Cuando pienso:
«Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, me estoy inmiscuyendo en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación.

Fui consciente de esto hace tiempo, en 1986. Cuando, por ejemplo> me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me he sentido herida o sola, he estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.

Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía?

Los dos estamos ahí. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.

Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos.

Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto.

Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti. Si comprendes los tres tipos de asuntos lo bastante para ocuparte de los tuyos propios, este conocimiento puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos en los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas! Esa pregunta puede devolverte a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas.

Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.

Enfréntate a tus pensamientos con comprensión

Un pensamiento resulta inofensivo a menos que nos lo creamos.

No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados, a menudo durante años.

La mayoría de la gente cree que «es» lo que sus pensamientos dicen que es.

Un día advertí que no estaba respirando: me estaban respirando. Entonces también advertí, con gran sorpresa, que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando!

Los pensamientos sencillamente aparecen.
Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través de un cielo vacío. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.

Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente cuente la historia de cómo lo ha conseguido. No dejo que mis pensamientos se marchen: me enfrento a ellos con comprensión. Son ellos los que me dejan marcharme a mí.

Los pensamientos son como la brisa o las hojas en los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen del mismo modo, y a través de la indagación, podemos entablar amistad con ellos.

¿Discutirías con una gota de lluvia?

Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que te has enfrentado a un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te resulte divertido. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas.

Este es el poder de amar lo que es.

Byron Katie.

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