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En cualquier situación, en cualquier circunstancia, independientemente del entorno y su cambiante decorado tanto exterior como interior, uno, lo único que puede ser, es ser uno mismo.
Y lo único sano que puede "hacer" es no tratar de ser de un modo que no es; o sea, no tratar de no ser como es.
Pues de todos modos uno sólo puede ser uno mismo, y las únicas variantes posibles son ser uno mismo siendo uno mismo, o ser uno mismo fingiendo no serlo, para así recibir "aceptación", o cualquier otra cosa que uno crea necesitar del entorno para poder sentirse bien.
O sea, que no existe ni la más remota posibilidad de que uno mismo no sea uno mismo tal cual uno mismo es.
Usted está "condenado" a ser usted mismo; siempre (aún a pesar de todos sus esfuerzos por no serlo!).
Y la única felicidad real a la que usted puede aspirar es a la plenitud de ese uno-mismo, la cual es i n t e g r i d a d.
Sin integridad lo que hay es uno mismo negándose a florecer en la respuesta que el momento me requiere siendo yo mismo.
No importa a quién uno admire, con qué ídolos se identifique, a que club religioso se afilie, bajo que ideales se cobije, o que senda a no se sabe que meta uno trate de tomar; cada uno es único, y cada uno sólo puede ser él mismo y nadie más.
Y frente a cada reto, a cada circunstancia, en cada momento, sólo uno siente como siente pues sólo uno es uno.
Por más que uno trate de imitar y copiar y ser como...
No lo logrará jamás.
Cada uno está viviendo su vida como nadie más la podría vivir ni la podrá vivir jamás.
Imitar es tan sólo falsearse; es cobardía.
E imitar a alguien auténtico no te hará jamás auténtico, te hará un imitador.
Ni uno puede ser tampoco un referente para nadie más, por más que así alguien lo suplique o nos lo ruegue.
En cada situación que se vive, que es siempre única y nueva, la respuesta que otros dieron a una situación similar no cuenta, sólo cuenta la respuesta que uno mismo siente, y ese sentir es la respuesta!
En la manifestación espontánea del sentir auténtico que se traduce en la acción, está floreciendo la flor de la propia integridad.
Sentir es darse cuenta de ser.
Y darse cuenta del sentir es claridad que no deja lugar a "opciones", a ninguna dualidad mental.
Una mente clara es una mente que no discute con la realidad.
Y en esa claridad puede nuestra integridad florecer.
No lo que los demás piensan que uno es, y que según eso frente a tal o cual situación uno debería supuestamente sentir así y hacer asá.
No lo que uno piensa que uno es, y que según eso frente a tal o cual situación uno debería supuestamente sentir así y hacer asá.
No.
Tan sólo darse cuenta del propio SENTIR.
Eso es claridad que termina con toda dualidad y conflicto mental.
Eso es integridad.
Entonces uno se da cuenta que cualquier otro intento de modificar lo que uno siente es tratar de ser algo que no se es, y que no le es a uno posible serlo.
Sentir no depende de uno, no es voluntario.
Entonces uno se da cuenta, irreparablemente, que para bien o mal, más allá del bien y del mal, uno mismo sólo puede ser Uno mismo.
Esa es la GRACIA de Ser-lo-que-Soy.
Es la Gracia, que es la Vida Una, siendo única, floreciendo única en cada ser...
Richard Mesones.
Los diez necios que penaban por la pérdida del décimo de ellos que jamás se perdió.
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Los diez necios vadearon una corriente de agua y al alcanzar la otra orilla quisieron cerciorarse de que todos ellos habían cruzado efectivamente sanos y salvos la corriente. Uno de los diez comenzó a contar, pero mientras contó a los otros se dejó a sí mismo fuera. "Yo veo solamente nueve; cierto, hemos perido a uno. ¿Quién puede ser?", dijo. "¿Has contado correctamente?", preguntó otro, e hizo el recuento él mismo. Pero él también contó solamente nueve. Uno tras otro cada uno de los diez contó solamente nueve, omitiéndose a sí mismo. "Nosotros somos solamente nueve", estuvieron de acuerdo todos, "¿pero quién es el que falta?", se preguntaban. Todos los esfuerzos que hicieron para descubrir al individuo "desaparecido" fracasaron. "Quienquiera que sea se ha ahogado", dijo el más sentimental de los diez necios, "lo hemos perdido": Diciendo esto estalló en lágrimas y los otros le siguieron.
Viéndolos llorar a la orilla del río, un compadecido viajero preguntó por la causa. Ellos le contaron lo que había ocurrido y le dijeron que incluso después de contarse entre sí mismos varias veces no pudieron encontrar más que nueve. Al oír la historia, y viéndolos a los diez delante de él, el viajero adivinó lo que había ocurrido. A fin de hacerles saber por sí mismos que eran realmente diez, que todos ellos habían sobrevivido a la travesía, les habló así: "Que cada uno de ustedes cuente por sí mismo pero uno después de otro en serie, uno, dos, tres y así sucesivamente, mientras yo les daré a cada uno de ustedes una cachetada a fin de que todos ustedes puedan estar seguros de haber sido incluidos en la cuenta, e incluidos solamente una vez. Entonces será encontrado el décimo hombre que falta". Oyendo esto se regocijaron ante la perspectiva de encontrar a su camarada "perdido" y aceptaron el método sugerido por el viajero.
Mientras el buen viajero daba una cachetada a cada uno de los diez por turno, el que recibía el golpe se contaba a sí mismo en voz alta. "Diez", dijo el último hombre que recibió el último golpe en su turno. Desconcertados se miraron unos a otros. "Nosotros somos diez", dijeron a una sola voz y le dieron las gracias al viajero por haberles quitado su aflicción.
Ésta es la parábola. ¿De dónde vino el décimo hombre? ¿Estuvo perdido alguna vez? Al saber que había estado allí todo el rato, ¿aprendieron algo nuevo? La causa de su aflicción no era la pérdida real de nadie, era su propia ignorancia, o más bien su mera suposición de que uno de ellos se había perdido.
Tal es el caso de usted. Verdaderamente no hay ninguna causa para que usted sea miserable e infeliz. Usted mismo impone limitaciones a su verdadera naturaleza de ser infinito, y entonces llora porque usted es sólo una criatura finita. Entonces usted emprende ésta o aquella práctica espiritual para trascender las limitaciones no existentes. Pero si su práctica espiritual misma asume la existencia de las limitaciones, ¿cómo puede ayudarle a usted a trascenderlas? Su ignorancia es una ignorancia imaginaria. Sepa entonces que el verdadero conocimiento no crea un ser nuevo para usted, solamente disuelve su ignorancia. La felicidad tampoco viene a agregarse a su naturaleza, meramente se revela como su verdadero estado natural, eterno e imperecedero.
Sri Ramana Maharshi.
Los diez necios vadearon una corriente de agua y al alcanzar la otra orilla quisieron cerciorarse de que todos ellos habían cruzado efectivamente sanos y salvos la corriente. Uno de los diez comenzó a contar, pero mientras contó a los otros se dejó a sí mismo fuera. "Yo veo solamente nueve; cierto, hemos perido a uno. ¿Quién puede ser?", dijo. "¿Has contado correctamente?", preguntó otro, e hizo el recuento él mismo. Pero él también contó solamente nueve. Uno tras otro cada uno de los diez contó solamente nueve, omitiéndose a sí mismo. "Nosotros somos solamente nueve", estuvieron de acuerdo todos, "¿pero quién es el que falta?", se preguntaban. Todos los esfuerzos que hicieron para descubrir al individuo "desaparecido" fracasaron. "Quienquiera que sea se ha ahogado", dijo el más sentimental de los diez necios, "lo hemos perdido": Diciendo esto estalló en lágrimas y los otros le siguieron.
Viéndolos llorar a la orilla del río, un compadecido viajero preguntó por la causa. Ellos le contaron lo que había ocurrido y le dijeron que incluso después de contarse entre sí mismos varias veces no pudieron encontrar más que nueve. Al oír la historia, y viéndolos a los diez delante de él, el viajero adivinó lo que había ocurrido. A fin de hacerles saber por sí mismos que eran realmente diez, que todos ellos habían sobrevivido a la travesía, les habló así: "Que cada uno de ustedes cuente por sí mismo pero uno después de otro en serie, uno, dos, tres y así sucesivamente, mientras yo les daré a cada uno de ustedes una cachetada a fin de que todos ustedes puedan estar seguros de haber sido incluidos en la cuenta, e incluidos solamente una vez. Entonces será encontrado el décimo hombre que falta". Oyendo esto se regocijaron ante la perspectiva de encontrar a su camarada "perdido" y aceptaron el método sugerido por el viajero.
Mientras el buen viajero daba una cachetada a cada uno de los diez por turno, el que recibía el golpe se contaba a sí mismo en voz alta. "Diez", dijo el último hombre que recibió el último golpe en su turno. Desconcertados se miraron unos a otros. "Nosotros somos diez", dijeron a una sola voz y le dieron las gracias al viajero por haberles quitado su aflicción.
Ésta es la parábola. ¿De dónde vino el décimo hombre? ¿Estuvo perdido alguna vez? Al saber que había estado allí todo el rato, ¿aprendieron algo nuevo? La causa de su aflicción no era la pérdida real de nadie, era su propia ignorancia, o más bien su mera suposición de que uno de ellos se había perdido.
Tal es el caso de usted. Verdaderamente no hay ninguna causa para que usted sea miserable e infeliz. Usted mismo impone limitaciones a su verdadera naturaleza de ser infinito, y entonces llora porque usted es sólo una criatura finita. Entonces usted emprende ésta o aquella práctica espiritual para trascender las limitaciones no existentes. Pero si su práctica espiritual misma asume la existencia de las limitaciones, ¿cómo puede ayudarle a usted a trascenderlas? Su ignorancia es una ignorancia imaginaria. Sepa entonces que el verdadero conocimiento no crea un ser nuevo para usted, solamente disuelve su ignorancia. La felicidad tampoco viene a agregarse a su naturaleza, meramente se revela como su verdadero estado natural, eterno e imperecedero.
Sri Ramana Maharshi.
Para darse cuenta de darse cuenta...
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Lo único necesario para vivir una vida clara, libre de todo conflicto-confusión-sufrimiento, iluminada y trascendente, es darse cuenta de darse cuenta.
Y no hay nada que se pueda hacer para darse cuenta de darse cuenta;
pero, tampoco hay nada que se necesite hacer para darse cuenta de darse cuenta!
Lo único necesario para darse cuenta de darse cuenta, es darse cuenta de que no se necesita de hacer nada para darse cuenta de darse cuenta!
Richard Mesones.
Lo único necesario para vivir una vida clara, libre de todo conflicto-confusión-sufrimiento, iluminada y trascendente, es darse cuenta de darse cuenta.
Y no hay nada que se pueda hacer para darse cuenta de darse cuenta;
pero, tampoco hay nada que se necesite hacer para darse cuenta de darse cuenta!
Lo único necesario para darse cuenta de darse cuenta, es darse cuenta de que no se necesita de hacer nada para darse cuenta de darse cuenta!
Richard Mesones.
¿Qué es confusión?
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Confusión es cree que uno es un "yo-que-necesito-que-X-no-sea-así-para-poder-sentirme-en-paz-con-la-vida".
Sin esa falsa creencia, al ver la FALSEDAD de la misma, lo que queda, es lo que SOY.
Ese SOY que todos somos.
El mismo SOY.
Lo que queda es COMUNIDAD.
La Común-Unidad inalterable de todo lo que es, en el fluir constantemente cambiante de las apariencias de lo que es.
Richard Mesones.
Confusión es cree que uno es un "yo-que-necesito-que-X-no-sea-así-para-poder-sentirme-en-paz-con-la-vida".
Sin esa falsa creencia, al ver la FALSEDAD de la misma, lo que queda, es lo que SOY.
Ese SOY que todos somos.
El mismo SOY.
Lo que queda es COMUNIDAD.
La Común-Unidad inalterable de todo lo que es, en el fluir constantemente cambiante de las apariencias de lo que es.
Richard Mesones.
CONFUSIÓN ES EL NOMBRE DE LA ÚNICA ENFERMEDAD
Claridad es poder discernir nìtidamente cual es mi sentir real y cual no lo es.
Ver lo falso como tal para que sòlo lo verdadero quede en mi asumido como tal.
Y poder asì responder desde mi sentir real a la realidad, a lo que es, en comuniòn con lo real, desde lo real.
Lo real respondiéndo a lo real.
La Verdad que es ESO que ES manifestándose como lo-que-es a cada momento en cada quien y en todo nuestro alrededor.
Como la realidad.
El fin de la ilusiòn (ignorancia de què es real) es el fin de la pretendida "separaciòn" de lo real y el fin del sufrimiento.
Es el fin de la extrtanjerización de uno mismo que supone el asumir que uno siente de un modo que no siente, y que no siente del modo que sí siente.
Es el fin del divorcio interior. De la fragmentación. De la dualidad. Del conflicto.
El fin de la confusiòn es claridad, es realidad y comuniòn con-en lo real.
Es integridad. Integralidad de lo único que ES, de lo único que hay.
CONFUSIÓN es el nombre de la ùnica enfermedad que sufre y ha sufrido siempre la humanidad.
Richard Mesones.
Ver lo falso como tal para que sòlo lo verdadero quede en mi asumido como tal.
Y poder asì responder desde mi sentir real a la realidad, a lo que es, en comuniòn con lo real, desde lo real.
Lo real respondiéndo a lo real.
La Verdad que es ESO que ES manifestándose como lo-que-es a cada momento en cada quien y en todo nuestro alrededor.
Como la realidad.
El fin de la ilusiòn (ignorancia de què es real) es el fin de la pretendida "separaciòn" de lo real y el fin del sufrimiento.
Es el fin de la extrtanjerización de uno mismo que supone el asumir que uno siente de un modo que no siente, y que no siente del modo que sí siente.
Es el fin del divorcio interior. De la fragmentación. De la dualidad. Del conflicto.
El fin de la confusiòn es claridad, es realidad y comuniòn con-en lo real.
Es integridad. Integralidad de lo único que ES, de lo único que hay.
CONFUSIÓN es el nombre de la ùnica enfermedad que sufre y ha sufrido siempre la humanidad.
Richard Mesones.
La autoindagación y "El Trabajo" de Byron Katie.
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Lo que es, es
Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos. Si quieres que la realidad sea diferente de lo que es, podrías intentar enseñarle a ladrar a un gato y obtendrías el mismo resultado. Puedes intentarlo una y otra vez, y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau».
Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es un deseo imposible de satisfacer.
Y aun así, si prestas atención advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Debería enseñarse a los niños a comportarse bien», «Mis vecinos deberían cuidar mejor su césped», «La cola del supermercado debería avanzar más deprisa», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)».
Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto.
Toda la tensión que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
Personas aún no familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: «Pero si renunciase a mi discusión con la realidad perdería parte de mi poder. Si simplemente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar». Yo les contesto con una pregunta: «¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?». «Ojalá no hubiese perdido mi trabajo» o «He perdido mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?»: ¿Qué es lo que te da más poder?
El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento del mundo puede cambiarlo.
Eso no quiere decir que lo toleres ni que lo apruebes.
Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior.
Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque, cuando discuto con la realidad, sufro.
Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque, cuando discutimos con ella, sentimos tensión y frustración. No nos sentimos normales ni equilibrados.
Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
Ocúpate de tus propios asuntos
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad».
La realidad es Dios, porque gobierna. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».) Buena parte de nuestras tensiones proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros asuntos.
Cuando pienso:
«Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, me estoy inmiscuyendo en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación.
Fui consciente de esto hace tiempo, en 1986. Cuando, por ejemplo> me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me he sentido herida o sola, he estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.
Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía?
Los dos estamos ahí. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.
Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos.
Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto.
Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti. Si comprendes los tres tipos de asuntos lo bastante para ocuparte de los tuyos propios, este conocimiento puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos en los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas! Esa pregunta puede devolverte a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas.
Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.
Enfréntate a tus pensamientos con comprensión
Un pensamiento resulta inofensivo a menos que nos lo creamos.
No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados, a menudo durante años.
La mayoría de la gente cree que «es» lo que sus pensamientos dicen que es.
Un día advertí que no estaba respirando: me estaban respirando. Entonces también advertí, con gran sorpresa, que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando!
Los pensamientos sencillamente aparecen.
Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través de un cielo vacío. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.
Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente cuente la historia de cómo lo ha conseguido. No dejo que mis pensamientos se marchen: me enfrento a ellos con comprensión. Son ellos los que me dejan marcharme a mí.
Los pensamientos son como la brisa o las hojas en los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen del mismo modo, y a través de la indagación, podemos entablar amistad con ellos.
¿Discutirías con una gota de lluvia?
Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que te has enfrentado a un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te resulte divertido. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas.
Este es el poder de amar lo que es.
Byron Katie.
Lo que es, es
Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos. Si quieres que la realidad sea diferente de lo que es, podrías intentar enseñarle a ladrar a un gato y obtendrías el mismo resultado. Puedes intentarlo una y otra vez, y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau».
Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es un deseo imposible de satisfacer.
Y aun así, si prestas atención advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Debería enseñarse a los niños a comportarse bien», «Mis vecinos deberían cuidar mejor su césped», «La cola del supermercado debería avanzar más deprisa», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)».
Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto.
Toda la tensión que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
Personas aún no familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: «Pero si renunciase a mi discusión con la realidad perdería parte de mi poder. Si simplemente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar». Yo les contesto con una pregunta: «¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?». «Ojalá no hubiese perdido mi trabajo» o «He perdido mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?»: ¿Qué es lo que te da más poder?
El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento del mundo puede cambiarlo.
Eso no quiere decir que lo toleres ni que lo apruebes.
Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior.
Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque, cuando discuto con la realidad, sufro.
Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque, cuando discutimos con ella, sentimos tensión y frustración. No nos sentimos normales ni equilibrados.
Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
Ocúpate de tus propios asuntos
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad».
La realidad es Dios, porque gobierna. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».) Buena parte de nuestras tensiones proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros asuntos.
Cuando pienso:
«Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, me estoy inmiscuyendo en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación.
Fui consciente de esto hace tiempo, en 1986. Cuando, por ejemplo> me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me he sentido herida o sola, he estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.
Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía?
Los dos estamos ahí. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.
Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos.
Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto.
Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti. Si comprendes los tres tipos de asuntos lo bastante para ocuparte de los tuyos propios, este conocimiento puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos en los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas! Esa pregunta puede devolverte a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas.
Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.
Enfréntate a tus pensamientos con comprensión
Un pensamiento resulta inofensivo a menos que nos lo creamos.
No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados, a menudo durante años.
La mayoría de la gente cree que «es» lo que sus pensamientos dicen que es.
Un día advertí que no estaba respirando: me estaban respirando. Entonces también advertí, con gran sorpresa, que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando!
Los pensamientos sencillamente aparecen.
Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través de un cielo vacío. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.
Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente cuente la historia de cómo lo ha conseguido. No dejo que mis pensamientos se marchen: me enfrento a ellos con comprensión. Son ellos los que me dejan marcharme a mí.
Los pensamientos son como la brisa o las hojas en los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen del mismo modo, y a través de la indagación, podemos entablar amistad con ellos.
¿Discutirías con una gota de lluvia?
Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que te has enfrentado a un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te resulte divertido. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas.
Este es el poder de amar lo que es.
Byron Katie.
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