Cuando no hay más resistencia.

Mientras hay identificación con una apariencia de ser, hay resistencia al fluir, al cambio; y aquello a lo que la conciencia resiste queda presa de ello.

Cuando se abandona todo intento de resistencia al fluir de las apariencias, que es el misterio de la vida en constante manifestación, entonces nuestra aparente identidad de “yo-en-el-mundo” se disuelve junto con la identificación con cualquier tipo de apariencia.

Es en ese momento cuando despierta en nosotros una nueva dimensión de la vida, una nueva dimensión de nuestro ser hasta ese momento inadvertida o ignorada, pasada por alto:
la dimensión de lo No-manifiesto en nosotros, donde reside nuestra verdadera identidad, nuestro verdadero ser.

“En él nos movemos y tenemos nuestro Ser.”

Despertamos como conciencia, del sueño de identificación con la forma, con las apariencias, con lo manifiesto.
Despertamos a la dimensión No-manifiesta de nuestra conciencia, de nosotros y de los otros, de toda vida, del Ser-que-es-la-Vida.

Entonces nada de lo que sucede en este mundo de manifestación puede alterar nuestro sentido de Ser; nada es “personal”, y no hay “alguien” viviendo.
Hay vida, sin “quien” vive.

Se vive en el mundo sin ser del mundo, en común-unidad con el misterio; en común-unión con todo lo que es de momento en momento.

Ese es el florecer de la verdadera compasión, en la cual no hay nadie siendo compasivo ni ningún “otro” con el cual serlo.



Richard Mesones.

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