Ante un mundo en crisis J. Krishnamurti.

.Ante un Mundo en Crisis
7. Problemas Espirituales
Ojai, 1940
Pregunta: ¿La creencia en Dios no es necesaria en este mundo terrible y despiadado?

Krishnamurti: La creencia en Dios ha existido desde que el mundo es mundo, lo que no nos ha impedido llenarlo de horrores. Tanto el salvaje como el sacerdote altamente civilizado creen en Dios. El hombre primitivo mata con arcos y flechas, y se dedica a danzas frenéticas; el sacerdote civilizado bendice los acorazados y los bombarderos, dando para ello una serie de razones. Esto no lo digo cínicamente ni con ánimo despreciativo, de modo que no tenéis por qué sonreír. Es un asunto muy serio. Ambos son creyentes; pero están también los otros, los que no creen en nada, y que también optan por liquidar a los que se les cruzan en el camino. El hecho de adherirse a una creencia o a una ideología no acaba con las matanzas, la opresión y la explotación. Por el contrario, ha habido y continúan produciéndose espantosas guerras, destrucción y persecuciones en las que se invoca la causa de la paz y el nombre de Dios. Si logramos hacer de lado esas creencias e ideologías antagónicas, e introducimos en nuestra vida diaria un cambio profundo, habrá alguna probabilidad de que surja un mundo mejor. Es la propia vida cotidiana de cada ser humano que ha provocado la actual y anteriores catástrofes. Nuestro atolondramiento, nuestros exclusivismos nacionales, nuestras barreras y privilegios económicos, nuestra falta de compasión y de buena voluntad, han traído estas guerras y otros desastres. La mundanalidad, de naturaleza eruptiva, vomitará siempre caos y dolor.

Somos un resultado del pasado, y al edificar sobre él sin entenderlo, provocamos desastres. La mente, que es un resultado, un compuesto, no llega a entender Aquello que no está constituido por fragmentos, que carece de causa y es independiente del tiempo. Para comprender lo increado, la mente debe cesar de crear. Toda creencia pertenece forzosamente al pasado, a lo creado; y ella constituye un impedimento para la experimentación de lo real. Cuando el pensar‑sentir está anclado, en estado de dependencia, el entendimiento de lo real resulta imposible. Tiene que haber una franca y serena liberación del pasado, una espontánea inundación de silencio; sólo en tales condiciones puede florecer Aquello que es real. Cuando contempláis una puesta de sol, en ese instante de belleza un júbilo espontáneo y creador os invade. Luego, cuando deseáis que la misma experiencia se repita, la puesta de sol ya no os emociona; tratáis de sentir la misma dicha creadora, pero no la halláis. Vuestra mente fue capaz de recibir cuando nada pedía ni esperaba; pero habiendo recibido una vez quiere más y esa codicia la enceguece. La codicia es acumulativa y representa una pesada carga para la mente-corazón; no cesa de juntar, de almacenar. Nuestro pensar y sentir se ven corrompidos por la codicia, por las olas corrosivas del recuerdo. Sólo un estado de conciencia alerta y profunda pone fin a este proceso absorbente del pasado. La codicia, al igual que el placer, siempre limita y singulariza. ¿Y cómo un pensamiento nacido de la codicia habría de entender Aquello que es inconmensurable?

En lugar de reforzar vuestras creencias e ideologías, daos plena cuenta de vuestro pensar y sentir, pues en él está el origen de los problemas que la vida os presenta. Lo que vosotros sois, la es el mundo: si sois crueles, sensuales, ignorantes, codiciosos; así será el mundo. Vuestra creencia en Dios, o vuestra incredulidad a su respecto, muy poco significan. Sólo con vuestros pensamientos, sentimientos y acciones, en efecto, haréis del mundo una cosa terrible, cruel, bárbara, o un lugar de paz, de compasión y de sabiduría.

Pregunta: Díganos usted, por favor, ¿cuál es su concepto de Dios?

Krishnamurti: Y bien, ¿por qué queremos saber si hay Dios? Si de un modo profundo podemos entender la intención de esta pregunta, comprenderemos muchísimo La creencia y la no creencia, son obstáculos positivos para la comprensión de la realidad; la creencia, los ideales, son el resultado del temor, el temor limita al pensamiento y para escapar del conflicto nos acogemos a distintas formas de esperanzas, estímulos e ilusiones. La realidad es experiencia auténtica, directa. Si dependemos de la descripción de otro, la realidad se desvanece porque lo que se describe no es real. Si nunca hemos probado la sal, de nada sirve la descripción de su sabor. Tenemos que probarla para conocerla. Ahora bien, la mayoría de nosotros queremos saber lo que es Dios, porque somos indolentes, porque es más fácil depender de la experiencia de otro que de nuestra propia comprensión; esto también cultiva una actitud irresponsable en nosotros, y entonces todo lo que tenemos que hacer es imitar a otro, modelar nuestra vida de acuerdo con un patrón o según la experiencia de otro, y siguiendo su ejemplo pensamos que hemos llegado, que hemos alcanzado, que hemos realizado. Para comprender lo supremo debe haber liberación del tiempo, el continuo pasado, presente y futuro: de los temores a lo desconocido, de los fracasos y del éxito. Hacéis esta pregunta porque, o bien queréis comparar vuestra imagen de Dios con la mía y de este modo afirmaros en ella, o reprobarla; mas esto sólo lleva a la pugna y al enfangamiento de las opiniones. Este camino no conduce a la comprensión.

Dios, la Verdad, o como queráis llamar a la realidad, no puede describirse. Lo que se puede describir no es lo real. Es vano inquirir si hay Dios, porque la realidad nace cuando el pensamiento se liberta de sus limitaciones, de sus anhelos. Si estamos educados en la creencia en Dios o en la oposición a ella, el pensamiento está sugestionado y se está formando un hábito, de generación en generación. Tanto la creencia, como la no creencia en Dios, impiden la comprensión de Dios. Estando anclados en la fe, cualquiera experiencia que podáis tener de acuerdo con vuestra creencia, sólo puede fortalecer más vuestro condicionamiento previo. La mera continuidad del pensamiento limitado no es la comprensión de la realidad. Cuando afirmamos a través de nuestra propia experiencia que existe o no existe Dios, estamos continuando y multiplicando experiencias influidas por el pasado. Sin que comprendamos las causas de nuestra esclavitud las experiencias no nos dan sabiduría. Si continuamos repitiendo determinada influencia a la que llamamos experiencia, tal cosa sólo fortalece nuestras limitaciones; pero no produce la liberación de ellas. La mente, como apunté en mi plática, es resultado del anhelo y, por tanto, transitoria; así, cuando la mente concibe una teoría de Dios o de la verdad, la probable es que sea un producto de su propia fantasía, y por ende, no es real. Tiene uno que llegar a darse cuenta plenamente de las distintas formas de anhelo, de temor, etc., y a través de la indagación y discernimiento constantes, nace una nueva comprensión que no es resultado del intelecto o de la emoción. Para comprender la realidad, tiene que haber lucidez, constante y darse cuenta.

Ojai, 1940
El amor es la única respuesta duradera a nuestros problemas humanos. No lo dividáis artificialmente en amor a Dios y amor al hombre. Solamente hay amor, pero el amor está cercado por diversas barreras. La compasión, el perdón, la generosidad y la bondad no pueden existir si no hay amor. Sin amor, todas las virtudes llegan a ser crueles y destructivas. El odio, la envidia, la mala voluntad, impiden la plenitud del pensamiento-emoción y es solamente en lo completo, en la plenitud, en donde puede haber compasión, perdón.

J. KRISHNAMURTI        Año 1940

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Soy  lo que Soy.


Este es el secreto de toda vida.

Que no hay propósito para estar aquí.

O lo que es lo mismo, que el propósito de estar aquí es estar aquí.

No estar aquí así o asá, de tal o cual modo.

Sino simplemente estar aquí como sea que uno esté en este momento.

No hay ningúna manera de estar aquí que sea "la correcta".

Ni ninguna que no la sea.

Y creer cualquier otra cosa es "luchar, esforzarse y sufrir por llegar a ser".

Por no ser lo que soy como soy, y llegar a ser algo que no soy.

Creer eso es convertirme en un "yo-inadecuado" que se siente como una entidad aislada, separada de la vida, a la cual las cosas le suceden a él.

Un "yo" que tiene que estar todo el tiempo esforzándose por "progresar", por "ser mejor", por acercarse a "lo que debería ser".

Sin esa creencia, hay comunión internamente.

Y por añadidura, externamente también, al punto que "interno" y "externo" se disuelven.

No hay ya más "yo", que en realidad nunca hubo.

Hay sólo la vida, siendo lo que es, manifestándose con la apariencia de cada cosa y cada quien.

Hay sólo lo Absoluto, que ha querido saborearse a si mismo en la aventura absolutamente irrepetible de ser, de existir, de estar aquí, ahora, como el usted que "usted" aquí y ahora es.

Sin nada por lo que matar o matarse.

Sin nada que tener que lograr o alcanzar para hacerse merecedor de sentirse en unidad con la vida.

Sin nada especial que haya que saber o hacer para disfrutar.

Y lo que es más, sin nadie que mate o se mate, sin nadie que tenga que hacer o saber o tratar de o lograr o alcanzar nada.

Sin ningún "yo" que tenga que hacer nada para ser así o llegar a ser asá.

Hay tan sólo lo Absoluto, lo único que ES, siendo usted, yo, la rosa y el clavel.

Hay lo mismo que hasta ahora ha habido, y lo mismo que probablemente después de ahora va a haber.

Y si hay lo mismo, ¿cuál es la diferencia que el darme cuenta de este secreto me puede hacer?

La diferencia es abismal.

En una nunca hubo ni habrá jamás paz.

En la otra nunca habrá nada más que paz.

Y contento.

Y absoluta e imperturbable conciencia de que se está en casa, y de que jamás se ha dejado ni se dejará de estar.

El propósito de estar aquí es estar aquí.

Este es el "secreto" que jamás podrá ser "mi" secreto o "tú" secreto.

Es el secreto de toda vida.

El secreto de la vida.



Richard Mesones.
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